Es verdad que jamás me amaste, de mi amor nunca te enteraste, era sombra, de noche andaba calada en negro en la enramada. En verdad que yo te quería, que cada tarde te escribía y a tu puerta en cada mañana una carta te acompañaba. Creer que eso tenía sentido, que no se burlaría el destino, primer error de un corazón embravecido y sin razón. Gran burla el destino tenía tu corazón diste aquel día a quien en su mano tenía la carta que era solo mía.
Quieto, impavido ante el inevitable encuentro como un raton que ha sido descubierto robando el queso, como una golondrina que perdio el verano y en su nido queda adentro. Así me encuentro yo, como un infante que observa su globo ser devorado por el cielo. A cada paso de tu andar crece no sólo el sentimiento sino la angustia, la pasión y el miedo. Ahora que si mi brazo alzara seguro estoy que te tocara, recuerdo que soy un hombre y recupero el valor que me faltara, como el ratón que de un salto escapara, como la golondrina que valiente volara, así yo fijo mi mirada a tu mirada, en el instante justo que tu hombro a mi hombro rozara. Es la plenitud de este momento la que me hace disfrutar por un breve lapso de tiempo, tan efímero como el beso del viento, la felicidad que debe disfrutar el que a la muerte va convencido de que es su tiempo. Miguel García
La noche se aproxima inevitable mi alma se muere, se siente sofocar mil espinas clavadas en mi pecho camino que no puedo dejar atrás. Es tan difícil no voltear la mirada para no convertirme en estatua de sal. Cabalgata nocturna por el mar, caretas que esconden lo que callas, es este mensaje que no te debo dar. Quizá esta amargura nunca pase como las aguas del río que se van. La inmaculada flor que de mañana empapada esta con gotas de rocío es prueba fiel de que no te olvido. Cumplo así de esta mi promesa de olvidarte nunca, pero nunca jamás, y a la hora de la muerte amarte aún más.
Comentarios
Publicar un comentario